LA VIOLENCIA EMPAÑA EL DERBI MADRILEÑO

por | Oct 1, 2024 | blog | 0 Comentarios

El fútbol en Madrid es una fiesta. O debiera serlo. Los 70.000 aficionados que colmaron el Metropolitano para el clásico fueron a disfrutar de un partido colmado de estrellas que, a priori, estaban capacitadas para brindar un espectáculo de alto vuelo. Sin embargo lo que vieron fue poco brillo, muchos nervios y, lo peor de todo, violencia y provocaciones en el campo de juego y en la tribuna.

El flagelo de los Ultras o las Barras Bravas es un fenómeno que ya ha sido erradicado en la mayor parte de los clubes del continente. Sin embargo en el Atlètico de Madrid hay una extraña connivencia que el club debiera revisar. No es admisible dejar pasar a encapuchados violentos y los responsables del control, ya sean públicos o privados, tienen que ser implacables para preservar el normal desarrollo del evento. Los que concurren a su grada de animación, una de las bulliciosas y fieles de Europa, tienen que comprender que banderas, cánticos y apoyo incondicional al equipo es admirable, pero albergar en su seno violentos y neonazis quita prestigio y provoca deshonra a toda la institución. Agresiones con mecheros y botellas y expresiones xenófobas, nunca más.

Párrafo aparte para los jugadores. Son la esencia del deporte. Sin ellos, nada existe. Sus habilidades, magia, disciplina y sacrificio son virtudes dignas de admiración. En un negocio que mueve cientos de millones es lógico que los principales actores se lleven la mejor porción del pastel. Tienen todo su derecho. Pero también tienen obligaciones. Como debe ser un comportamiento ejemplar dentro del campo de juego. Si así se lo exigimos a los aficionados, lo mismo y más a los responsables de brindar el espectáculo. Las provocaciones hacia la grada, gestos y palabras desmedidas o cualquier acción injustificada que provoque una irritación innecesaria hacia una parcialidad, debe ser sancionada. Las autoridades que rigen el fútbol español deben tener la valentía de penalizar con el mismo rigor a los violentos que aún habitan las butacas de los estadios, como a los irresponsables que provocan violencia desde el campo de juego. Tengan los pergaminos que tengan y se llamen cómo se llamen.

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